martes, 6 de julio de 2010

El encuentro

La muchacha corría entre la niebla, leves ráfagas de viento formaban caprichosas volutas a su alrededor, el que ella fuera descalza, no hacía sino aumentar su ansiedad y sufrimiento, el miedo le salía por lodos los poros de su piel, alguien pensaría que era simple transpiración, pero era el mas puro terror lo que le hacía sudar copiosamente.

Estaba totalmente desorientada, la niebla no le podía dar la mas mínima orientación, hace tiempo que dejó de atisbar un leve camino hacia la seguridad de una casa que pudiera acogerla, empezó a delirar, tal vez debido a la fiebre que padecía, sus leves vestidos no eran lo mas apropiado para la época otoñal, sobre todo en esta altitud de la campiña, pero cuando al fin pudo huir de la mansión, no pudo pensar en coger algo de abrigo.

A su alrededor veía siluetas fantasmagóricas, no se daba cuenta que solamente eran fresnos con las copas podadas, pero a ella se le antojaban gigantescas amenazas de largos brazos y grandes fauces, cada vez que se topaba en la dehesa con algún árbol, un agudo chillido escapaba de sus heridos labios, hacía poco que esos labios habían besado y habían sido besados con una pasión que hacía tiempo que no recordaba haber disfrutado, creía haber encontrado el verdadero amor, pero solo encontró a un monstruo en cuanto se quitó la careta y descubrió su verdadero rostro y sus libidinosas y crueles intenciones; desde entonces todo su afán era encontrar un refugio, pero sin conocer la zona, éste se le antojaba imposible de localizar.

Varios ruidos por distintas direcciones, le avisaban que no estaba sola, ruidos de hojarasca pisada le decían que varias sabandijas se movían a su alrededor, no podía saber el tamaño de estos animales, pero algo le decía que en aquel lugar cualquier encuentro, tendría que ser peligroso con toda seguridad, se apoyó en una roca a descansar y desde allí acallando sus jadeos, logró escuchar leves resuellos que se acercaban a ella, lo notaba, el ruidos de pisadas era cada vez mas cercano, suaves chillidos emitidos por arcanas gargantas.

Todo esto no hacía más que aumentar su angustia, ahora si comenzó a llorar, sus gemidos se sumaron a los de las bestias próximas, abandono la frágil seguridad de la roca y empezó a correr desaforadamente, braceando en un inútil intento de apartar la niebla en torno suyo, de repente un leve claro se abrió y paró de repente, se arrodilló ya sin fuerzas ni valor para continuar, ya no tenía sentido correr, su fuga acabó, delante de ella a unos pocos metros un fiero lobo de color blanco estaba plantado sentado sobre sus cuartos traseros, mirándola con sus fieros ojos refulgentes, se dio cuenta que todo terminó, cerró sus ojos y se abrazó a la madre tierra.







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