martes, 6 de julio de 2010

La sombra de la luna

Las lagrimas en mis ojos me hacían ver un mundo irreal, un mundo formado por prismas, estrellas y mil formas como cuando se mira por un caleidoscopio, caminaba por la calle esquivando formas piramidales que se oponían a mi paso, la lluvia que empapaba la calle, les hacía brillar de forma triste ante mi, el cielo gris reflejaba mi sentimiento y mi esperanza, gris, oscura y sin luz apenas.

Un paso tras otro, me iba acercando hacia el ocaso, mi falta de ilusión me abocaba hacia la sinrazón, ¿locura?, seguramente, si me parase a pensar, llegaría a esa conclusión.

La bestia me había alcanzado, su zarpa me había golpeado dejando su señal en mi alma, a partir de entonces nada sería igual, basta un segundo para que todo cambie, no importa como planifiques tu vida, tus sentimientos, todo da igual, en un momento el destino echa sus cartas y a ti te toca perder.

La escalera me sirve de refugio mientras lloro alejado de las miradas extrañas, mi corazón, maltrecho corazón se llena de dolor, aunque ya no siento apenas nada mientras me digo que no voy a luchar, me rindo, me entrego, seré pusilánime, no seré como otros valientes a quienes la enfermedad golpeó y lucharon con suerte dispar, me niego a servir de conejillo de indias o ser otro numero en una tabla estadística.

Luego de repente todo cambió, un ángel vestido de blanco y azul me dijo que no había llegado mi hora, sólo un leve esfuerzo me separaba de la salud, ¿quejica? La cicatriz sigue en mi alma, sigo estando bajo la sombra de la luna.







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