Salté el muro después de asegurarme que los perros dormían, la fórmula de un viejo compinche seguía funcionando sin problema, carne cruda con un sedante y el acceso al jardín queda franco.
Un diez para el jardinero, es de los mejores que he visto, los arriates perfectamente delimitados por mínimos arbustos de boj, parecían trazados por un tiralíneas en un papel, además ni una sola hoja de los árboles manchaba el cuadro que se presentaba ante mí, seguí el sendero de grava blanca que me acercaba a la puerta del chalet, ¡bah!, dos simples cerrojos FAC, se interponían en mi camino, en pocos segundos los superé, con precaución abrí la puerta, no terminaba de fiarme, después de haber desconectado la línea telefónica, no esperaba que la alarma sonase, pero nunca te puedes confiar, puede haber alguna alarma sonora detrás de la puerta, que se active mecánicamente.
¡Bueno, bueno!, mejor de lo esperado, ricas colgaduras en las ventanas, valiosos cuadros en las paredes, una vitrina con la vajilla de porcelana y plata a mi derecha, caros bronces en las mesas y aparadores del salón, bagatelas para mí, no vengo a llevarme tanto peso.
Soslayé la planta baja, pues aparte del salón, sólo encontraría la cocina y la habitación de los niños y subí la recia escalera de madera, ignoré el despacho pues sabía que no encontraría lo que buscaba allí y me introduje en el dormitorio, estaba de moda entre los ricachones esconder la caja fuerte en el dormitorio, en vez del despacho, o incluso poner una caja falsa con poco dinero y algunos documentos.
Entré en la habitación y me quedé mirándola en el umbral, siempre me gusta perder un poco de tiempo en contemplar el dormitorio de mis victimas, no solo me gusta robarles el dinero, también me gusta absorber algo de su intimidad, algo que sólo te da el sancta sanctorum de la casa, abrí los cajones de la mesilla, nada, todo muy impersonal, lo de siempre, pañuelos, calcetines, lo habitual, me senté en la cama intentando imaginar los anhelos, deseos, el aura de las personas que dormían allí, les había estudiado antes de entrar; ella, una caza fortunas salida del arroyo, que ahora se las daba de señorona; el, un niño bien, heredero de una importante fortuna, que a base de contactos deudores de su padre, aumentó la fortuna a base de “pelotazos” urbanísticos y oportunas recalificaciones de terrenos de alcaldes agradecidos a su gestión con bancos en paraísos fiscales.
De la mesilla de ella, me apropié de su agenda, ya la revisaría con tranquilidad, nunca se sabe que puede hallarse en ella, podría sacar tajada para alguna revista del corazón, no era la primera vez que conseguía algo así, el escándalo de los señores X, salió a la luz a resultas de una agenda que obtuve en otro asalto.
Me dije que ya era hora de trabajar, me reí por dentro, trabajar, mis finas manos nunca conocieron la rudeza de trabajos afanosos, por fin revisé las paredes y me dirigí al armario, ¡bingo! allí estaba detrás de un doble fondo una Confident EM 42 , -diez minutos, me dije a mi mismo, mientras me ponía manos a la obra, la verdad es que al final me sobraron treinta segundos, abrí la pesada puerta y ¡voilá!, ¡vacía!, caramba, me hubiera gustado que me hubieran hecho una fotografía en aquel momento, la cara de bobo que puse era digna de figurar en la antología de fotografías humorísticas de Internet, escribes bobo en imágenes de Google y salgo yo el primero.
Me pedí calma a mi mismo y estudié la situación, en la habitación no había mas caja fuerte que esta, así que desande mis pasos y me dirigí al resto de la casa investigando minuciosamente todas las habitaciones, nada, siquiera encontré la habitación del pánico que tan de moda se ha puesto en las casas pudientes.
Bueno, no siempre se gana, a veces también se pierde, hoy me tocó perder, o quizás no, aunque aun poseía en mi bolsillo la agenda, mientras iba saliendo de la casa, fui hojeándola, encontrando entre las hojas, un sobre que al abrirlo me dejó sin respiración.
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