martes, 6 de julio de 2010

Malditos

Caminaba cojeando por la calle mayor del pueblo, pregonando mi mercancía, maldita cojera, hace diez años de lo de Trafalgar, pero todavía maldigo a gabachos e ingleses mil veces al día desde entonces.

A todos les iba con el cuento de que una bala de cañón del mismísimo Victory de Nelson se llevó la pierna, la verdad era mucho más prosaica, más humilde, cualquier buque de los que estaban en la refriega, nos mandó una andanada que explotó en la cubierta, provocando que un millón de astillas salieran volando en todas direcciones, una de ellas del tamaño de una estaca se clavó en mi pierna, el cirujano de a bordo, no se lo pensó, amputó a la altura de la rodilla, ya sin láudano ni ron que mitigaran mi dolor, tuve la inmensa fortuna de perder el conocimiento al poco de ponerse a la faena.

Ya en Cádiz, una vez repuesto de las heridas y licenciado de una marina sin barcos, mi siguiente inquietud fue la de buscar un buen carpintero que pudiera reponer mi apéndice, por un sustituto de haya, desde entonces me conocen por el reloj, por el ruido que forman mi pata de palo y el cayado en el que me apoyo.

¡Maldito calor andaluz! me recuesto en una sombra de una tapia, aquí ni los arboles refrescan con su sombra, el suelo agrietado de la serranía pide a gritos una lluvia que tardará en llegar, me encuentro recluido en Ronda, donde al faltarme medio apoyo, no pude valer para bandolero, por lo que sólo puedo vender gallos de caramelo por los pueblos serranos, hoy hasta los gallos sudan con este calor, me siento medio hombre, me perdí el resto de la guerra y ahora apenas puedo malvivir.

Continúo con mi tic-tac, por las calles de este villorrio llorando por mi juventud perdida por culpa de una maldita guerra que cercenó las ilusiones de tantos jóvenes y llenó de luto tantos hogares.

¡Malditos gabachos e ingleses!





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