Morí para vivir, viví para encontrarme con ella, ella que sabía que me esperaba, a pesar de mi indiferencia de tantos años, de mi frialdad, de mi vida sin pasión, de tantas exigencias impuestas, de puro egoísmo
No me daba cuenta, ella callaba y me lo daba todo, siempre a mi lado, siempre callando, madurando a mi lado, estaba ciego, nunca supe valorar lo que tenía a mi lado.
Luego se convirtió en mi amante, mi enfermera, mi confidente, mi paño de lágrimas, mi hermana, compartimos dolor y depresión, tristeza y alegría y mucho llanto, pero también esperanza, esperanza que nos salvó, pues fuimos uno en nuestro dolor y en nuestra soledad, tumbados en el sofá sin decirnos nada y diciéndonos todo, gritándonos en silencio que nada nos iba a separar.
Ahora su alegría es mi alegría, su dolor es mi dolor, su pena es mi pena y su ilusión es la mía, ya no somos dos, ahora somos uno.
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