miércoles, 7 de julio de 2010

Silencio

El silencio lo llenaba todo, notaba en los oídos un leve zumbido provocado por la ausencia de sonido, no era normal lo que estaba sucediendo, sobresaltado salí a la calle para encontrarme el panorama más desolador que jamás hubiera imaginado, ni un solo alma por las calles, nada, ni un vehículo en movimiento, todo estaba vacío, entré en una tienda, estaba abierta, estaba en horario de apertura, paro nadie me atendió, el cascabel encima de la puerta sonó como un trallazo sobresaltándome, llamé con un tímido -¡hola!, pero no encontré a nadie detrás del mostrador, lo rodeé para mirar en la trastienda y no encontré tampoco al dependiente, salí trastabillado hacia la salida, de nuevo en la calle, silencio, avancé poco a poco, mirando en las calles adyacentes por si era capaz de vislumbrar la existencia de alguna persona, al cabo, llegué a la avenida principal de mi barrio, la que nos conecta con el centro, allí volví a encontrar, si cabe, un panorama aún peor, algunos vehículos estaban detenidos en los semáforos, al asomarme por las ventanillas seguí encontrando el mismo vacío desolador, nadie en las aceras, ni en los bares, ni en las tiendas, nada.

Un leve movimiento al frente, una urraca picoteando en un cubo de basura era lo único con vida que encontré, todo esto era demasiado para mí, me senté en un banco y me froté los ojos, miles de preguntas se agolpaban en mi mente, ¿qué había pasado? ¿dónde estaba la gente?, no podía ser que toda la humanidad hubiera desaparecido de repente, si fuera así, ¿qué sería de mi vida?, no me imaginaba una existencia sin nadie mas en el orbe, ningún castigo puede ser más terrible que el de la soledad.

De pronto cientos de sonidos comenzaron a escucharse, los pájaros sin el estorbo de mil ruidos provocados por las máquinas, comenzaron a cantar provocando una sinfonía de miles de notas con la música más maravillosa que jamás escuché, en los rincones de los edificios los grillos les acompañaban, cigarras y cientos de insectos, aves y otros animales que no era capaz de identificar hacían coro, la redención al mundo animal acababa de llegar.
 

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