martes, 6 de julio de 2010

Romero

Por la ventanilla del avión el mundo se mostraba a mis ojos de una manera fascinadora, ya estaba arriba, jamás hubiera pensado que me hubiera atrevido a entrar en un pájaro de acero, tantos años de decir que si Dios hubiera querido que el hombre volara, le habría dado alas, para al final embarcarse en la más grande aventura que había vivido hasta entonces, no era comparable a aquella vez que miré a los ojos a mi hija recién nacida, pero hacía veinte años de eso y desde aquel día, pocas alegrías y sí muchas tristezas, me habían sobrevenido.

Me reí tontamente, al recordar la broma de Tom Sawyer, ¿sería verdad que desde aquí se ven pintados los meridianos?, aunque hubieran existido, no los hubiera apreciado, el cielo se empezó a llenar de una manada de borregos voladores que impedían cada vez mas la contemplación de la miríada de piscinas que en el secarral que es la Alcarria, a uno le da por pensar que en época de pertinaz sequía, podríamos aprovechar las piscinas para efectuar trasvases que pusieran fin a rencillas de políticos regionales tan paletos mentales como insolidarios.

No fue hasta que llegamos al mediterráneo, cuando los volátiles corderitos nos abandonaron, ¿será que no sabían nadar? entonces, ante la falta de estímulos visuales me dispuse a leer, pero no, mi mente volaba desbocada por la ansiedad, ¿no sería posible coger viento de cola para llegar antes? Afortunadamente llegó el carrito con el ínfimo tentempié que la compañía aérea tuvo a bien agasajarnos, ¿aperitivo de qué? Estábamos a más de mil kilómetros de cualquier restaurante terrestre y las cuatro galletitas, sólo consiguieron exacerbar mi apetito siempre insatisfecho.

Afortunadamente un atávico grito, cual Rodrigo de Triana, salió de mi garganta: ¡tierra! , no puede ser, me dije, es demasiado verde, pero si, es “la bota”, estamos llegando, los latidos de mi corazón se fueron acelerando hasta llegar a la cadencia de una ametralladora, ¡quiero llegar ya!, la próxima vez viajaré en el Enterprise de Star Trek, es mucho más rápido, y cuando estás en la vertical del destino, bajas inmediatamente por teleportación.

Algunos minutos mas tarde, por fin tomamos tierra, más ansiedad, ¿dónde está la terminal? vaya, encima no vamos al “finger" , mejor así “tomaré” tierra antes, bajo la escalera y un último escalón, un paso pequeño para el hombre pero uno enorme para la humanidad, Armstrong dixit, mi humanidad es la que pone el pié en esta prístina tierra, me giro, le doy un beso a mi amor y le digo:

  -Chiqui, por fin en Roma.



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