martes, 6 de julio de 2010

Sacrificio

Subí las escaleras de piedra con toda la solemnidad y el orgullo de una liturgia secular muy diferente de aquella noche en la que yo fui el iniciado, las cicatrices que el hecho me dejó en la memoria me impiden recordarlo con lucidez, aquel día mi cuerpo y mi alma se fundieron en una, las escarificaciones en mi pecho están latiendo para recordármelo, tardé meses en recuperarme de las heridas del cuerpo, pero desde entonces poseo la mente tan lúcida y mis encuentros con la divinidad son tan arrebatadores que niego cualquier sentimiento de una vida anterior.


Desnudo, tal como llegué a la vida terrenal, así camino hacia el fin de ella, solo acompañado por los cánticos de los acólitos del templo, se que me envidian, voy a emprender por fin el gran viaje, algo sólo reservado para pocos individuos en el mundo, sólo para los mejores alumnos del gran lider de la iglesia, me envidian, pero me lo he ganado, he sido el mejor, el gran luchador, renuncié a toda posesión terrenal y espiritual que no dictase el gran libro, rechacé a mi familia, mis falsos conocimientos de entonces los borré de mi mente, sólo atendí a la palabra de mis maestros en esta fe que me salvará y me transportará a la contemplación de nuestro dios.

Me tiendo en el altar, salmodiando nuestras oraciones, esas que durante tanto tiempo repetí hasta la extenuación, una y otra vez en mi solitaria celda de retiro espiritual, y abro los ojos pues se acerca el gran momento, el sumo sacerdote se acerca, también reza como yo, sus cánticos se detienen de repente, levanta el cuchillo por encima de su cabeza y al bajarlo, entro por fin en el paraíso.


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