lunes, 19 de julio de 2010

¿A qué piso va?

Las ocho y veinticinco ¡justo a tiempo! Pulso el botón del ascensor y miro como siempre hacia arriba, sobre el quicio de la puerta veo pasar los números, 5, 4, 3, 2, 1 y por fin 0, recuerdo películas americanas en blanco y negro de ascensores en los que el piso lo marcaba una flecha, tenía su gracia, ojala siguieran el ejemplo y lo pusieran aquí, pero claro, eso era el Empire State, aquí en este edificio no me imagino a King Kong encaramado, llevando en la mano a la rubia de recursos humanos mientras nuestras fuerzas aéreas intentan abatirle con la ayuda de Jorge de compras que sé que bebe los vientos por ella.

Entro en el elevador y pulso mi piso y me siento transportado otra vez en blanco y negro a un lugar de África donde un elefante tira de una soga ante el grito de Tarzán: -Ankawa y soy elevado en una plataforma de bambú a la copa del árbol donde me espera Jane con un plato de fruta y Chita revoltosa me arrebata un plátano recién pelado.

De vuelta a la realidad, siento un sobresalto, cuando el ascensor emite un ruido extraño, como de fricción, no quiero recordar aquí la escena del coloso en llamas cuando el padre de Bonanza salva a su secretaria de la catástrofe, intento tocar madera pero no lo consigo, aquí todo es metálico.

En mi búsqueda de madera me doy cuenta que me miran, ¿habrase visto que insolencia? No podrá hacer como todo el mundo cuando entra en un recinto cerrado, es decir, mirar hacia las paredes buscando un ángulo muerto, hay unas normas de convivencia que hay que mantener, no se puede violentar a las personas de esta manera, hay una norma no escrita por la cual en los ascensores está muy mal visto mirar fijamente a otra persona, mis ojos siguen buscando las paredes, pero la curiosidad me lleva una y otra vez a mirarla, al tropezar nuestros ojos, los míos se desvían automáticamente hacia el techo, por instantes noto que me ruborizo, afortunadamente llegamos a su piso, donde educadamente me pide permiso para salir, la tierna voz con la que me lo pide, hace que perdone inmediatamente su descaro anterior.

Un ligero olor me pone en guardia, ¡Dios, no! Espero que no ocurra como en mentiroso compulsivo, cuando en un ascensor atestado, Jim Carrey pone cara de satisfacción y confiesa: ¡he sido yo!, afortunadamente es una falsa alarma, al vecino le abandonó el desodorante, es lo que tiene la proximidad, cuando se traspasa la distancia de seguridad te puedes encontrar con hechos como este.

Llega por fin mi piso y me bajo pensando en Star Trek y lo que se pierden con la tele transportación, las sensaciones que uno percibe en los breves segundos que dura un viaje en ascensor no tienen precio.

2 comentarios:

  1. Mi amigo mucha alegria paz éxito en el dia del amigo.

    Dejo una flor de amistad para ti

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  2. Haces especial cualquier momento, con tus letras hasta subir en ascensor es una aventura.

    ¡¡Que pena vivir en un primero!!

    Nos vemos el Martes...

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